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jueves, 16 de diciembre de 2021

LOS VIDEOJUEGOS ME HAN AFECTADO DE OTRAS FORMAS

 

Algunos días pienso que hasta la mitad de mi inteligencia está basada en haber jugado videojuegos durante mucho tiempo. Siento que mis reflejos son algo rápidos, por lo que he aprendido a reaccionar a movimientos de enemigos y jefes finales en fusión con lo aprendido en el deporte que practico, cuando tengo la energía y las ganas para hacerlo. 

Los videojuegos me han abierto la posibilidad de aprender cosas nuevas por medio de nuevas mecánicas y nuevos menús; sé responder a lo intuitivo y a veces a lo contraintuitivo, sé hacer cosas con las aplicaciones, las entiendo más rápido y más fácil que otras personas y, al eliminar constantemente mis manías de juegos pasados con nuevas mecánicas en nuevos juegos, siento a veces que lo puedo aplicar a programas en mi trabajo.

A veces también sé manipular mis cosas y las de los entornos digitales de una forma más fácil. En cada nuevo juego hay una nueva oportunidad para aprender muchas cosas diferentes, porque cada mecánica entiende de nuevos conocimientos y nuevas conexiones. Pese a que algunos digan que es solo entretenimiento, cada mecánica permite redireccionar nuevas sinapsis a diario y de forma diferente. Es lo que se siente en el feel del control, en hacer un dash en un juego de acción, en concretar un tiro libre en el FIFA, en hacer bien una curva con un carro pesado, en establecer y saber ejecutar una estrategia de batalla; aunque no estemos hablando de repetición, es el logro de haberlo concretado por primera vez y hacerlo y masterizarlo unas cuantas veces después. Masterizar además es una palabra que nos permite entender varios conceptos: yo me he vuelto maestro en muchos juegos, es decir, esa sensación de sensei de artes marciales que dura unos pequeños momentos en un juego y que luego se vuelve repetición. Ese sentimiento es increíble en este medio.

Si el juego sirve para aprender algún concepto en la vida real, ¿por qué siempre se le reducen las características lúdicas y didácticas al videojuego? Es que de verdad, lo digo a las personas que no juegan videojuegos: no es normal lo que se siente de felicidad tan solo moviendo a Mario por el desierto y haciéndolo saltar tres veces para que diga “¡Wii!”.

Pero hay más.

Cuido las cosas electrónicas más de la cuenta, porque pienso que son consolas o las equiparo más con ese recurso; los celulares me duran 8 años, los audífonos 10 y a veces no necesito de más cosas tecnológicas, salvo las que me requieren jugar bien. Sé de los formatos y cables de todo lo posible, sé de pantallas, de resoluciones, de ediciones, algo de sonido y de paneos de cámaras de cine. Pero es muy común encontrar a veces que mis procesos cerebrales son más lentos para aprender algo a partir del ensayo y el error, porque puedo volver a empezar tras ver el game over siguiente y de la mejor forma, pero en la vida real no; los errores se pagan y pesan y a mí me pesan mucho más de la cuenta.


En la vida real y en la vida social también veo cosas diferentes y raras, incluso en los que jugamos muchos videojuegos: tuve novia mucho más tarde que los demás; mis relaciones de amigos con hombres siempre pasaron por los videojuegos en todos los momentos. 

Mientras que otros compraban casas, se casaban, tenían motos, yo quería una consola y seguir jugando Nintendo. Siempre se me entendió como un “diferente” cuando todo el mundo jugaba. Se me “admiró” en las cuarentenas de la pandemia porque estaría más acostumbrado a estar más tiempo en casa sin necesidad de salir o de tener vida social, como el estereotipo general de todos los gamers. Pero en realidad, en mi vida fue todo lo contrario; los videojuegos me hicieron un efecto contrario en el que amo el afuera, la naturaleza. Vivir mis aventuras para pararme a ver el horizonte real. 

Siento que lo económico lo mido en consolas y en videojuegos, en tarjetas de PlayStation online, en unidades de 200.000 pesos colombianos o 60 dólares de juegos. Mis unidades de medida son sentarme a 3 horas de juego ahí donde tengo plena concentración; por ende, termino trabajos en 3 horas y a lo que se salga de ese tiempo le tengo miedo y lo procrastino. Es decir, extrapolo mi realidad en los videojuegos con mi realidad laboral. Sé que puedo estar enfocado al 100% en ese lapso de tiempo. 

Me produce placer levantarme a jugar y terminar un objetivo, y eso también aplica en mi trabajo; siempre busco cumplir objetivos o tener una meta, así sea pequeña, en mi día, y si no lo logro, me deprime y altera. 

Me va excelente con la repetición; hacer 2000 veces algo para mí es rápido y fácil, porque en un juego he fallado 2000 veces sin frustrarme o agotarme. Sé de autos, de deportes, de jugadores, de momentos históricos, de biología, de estrellas, de mundos y de cultura general por medio de estos videojuegos y sí, como el estereotipo, también aprendí algo de inglés. 

Siento como algunas veces, cuando no puedo con algo de los videojuegos en el fracaso o repetición número 2001, extrapolo mis opiniones sobre mí mismo y asumo que no podré hacer las cosas en la vida real. 

Traslapo frustraciones y miedos; me digo a mí mismo que tal vez, si no puedo con esta cosa trivial, tal vez no pueda con cosas trascendentes. "Si fallo aquí, fallaré en la vida real". Jugar videojuegos con mucho nivel me ha aumentado el pulso, me genera frustración incontenible en el cuerpo y satisfacciones más fuertes, aunque también me ha producido competitividad con otros y ganas de participar para medir mis habilidades. Me han producido un placer estético los paneos de cámaras, el ultrarrealismo y la abstracción en muchos juegos, y casi que una gran parte de mis sensaciones estéticas provienen de la industria. En fin, que no es solo jugar muñequitos. 

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