¿Qué pasa si en algún punto lanzamos una piedra plana por el espacio y que rebote sin encontrar detenerse nunca, como si la realidad espacio temporal fuera un lago tranquilo?
Iba a decir que tiene unos momentos puntuales, donde todo se junta para que, por muchas razones, parezca una experiencia conmovedora y nueva, pero en realidad es al contrario, casi siempre es así.
El juego tiene unos momentos donde la experiencia baja considerablemente, en contraposición a su recurrente calidad, en donde por unos segundos se desluce toda la configuración gráfica. A veces el frame rate baja considerablemente al caer para conseguir impulso; además, algunas texturas no se ven de la mejor forma y contrastan con los efectos de la nieve, algunos suelos y algunos efectos de la cámara, la distancia de dibujado y el blur. Pero para nada se compara con el problema de la vegetación y de la configuración de la escala. Los árboles son feos, no queda otra descripción más precisa, y las texturas mojadas no se ven bien. El exo a veces es muy pequeño y de repente es muy grande.
Es un problema porque, cuando estás volando, cuando hay nubes, cuando hay silencio, el juego se vuelve efectivista hasta el punto de convertirse en una experiencia inolvidable. Es abrumadoramente real: las nubes y sus formas, el juego de la luz en el cielo, el agua y la distancia de bruma o niebla sobre la superficie, la altura conseguida, el sonido del viento, las gotas de lluvia en la cámara, como si fuéramos testigos de un alunizaje con esas cruces, las noches tan oscuras, la contemplación de las formas del terreno como si una civilización de millones de años se hubiera muerto hace millones de años, el movimiento de las partículas de agua y los cometas cayendo. Y el océano profundo y las tormentas densas, en vientos congelados. Es un puño a los sentidos en el mejor hardware que pueda conseguirse.
Esto me recuerda de una forma muy vívida cuando has viajado por una montaña solitaria o por la selva más densa, en donde al anochecer, el único ruido reconocible, el único atisbo de vida eres tú y tu respiración; el viento suena y hace frío. Anochece pudiendo ver el cielo con una cantidad tan abrumadora de estrellas que te hace reconocer tu escala, tu pequeñez y tu pertenencia. El universo es enorme y eres un milagro y una excepción pequeña, muy pequeña, infinitamente pequeña. Pero ese momento de pánico se mezcla con el alivio de tu pequeñez y con el sentimiento reconfortante de estar vivo para ver esta grandeza. A veces me pregunto qué estará pasando en aquellos mundos que orbitan esa estrella y qué fenómenos reblandecen en esos planetas sin que nadie los vea. Es un sentimiento abrumador y de pánico, como cuando ves las imágenes de los rovers de Marte y permiten el sonido del viento. Qué diverso y qué extraño es para nosotros y, al mismo tiempo, tan parecido, tan mortal y tan solo. La soledad y el sentimiento de náufrago, la vida que dejó de correr, la sensación de hace millones de años y de lo eterno, de vivir entre lo desconocido y en el más allá de los límites. Todo eso me lo recuerda.
Exo One me despierta esos sentimientos muy recurrentemente, pero se acentúan más cuando se vuela entre las nubes, como si exploráramos esos mundos desconocidos, como si estuviéramos manipulando un plato volador alienígena en otro tiempo y otra dimensión.
Es un juego que permite volar con la imaginación del viaje interestelar, una captación de la exploración de un mundo solo posible en sueños y en la ciencia evocada al ver las imágenes recientes de Plutón. Es ir a viajar allá imaginando lo que pasa, a qué suena y cómo se siente. Estimular las preguntas del universo y esperar que en algún punto uno de nosotros tenga la facilidad para viajar así de rápido y de una forma tan conmovedora que llega hasta los huesos. No hay un juego así de raro, de diferente, de onírico y de estimulante. Cuando las nubes y las partículas, cuando la distancia de dibujado, cuando el cielo se ve limpio y cuando el sueño tiene una perspectiva y blureado perfectos, el juego es una obra maestra de sensaciones visuales. Alcanza ese sentimiento contrastante de pequeñez y rareza alienígena, provocando cierta agorafobia y nictofobia. En lo jugable, también adquiere una satisfacción muy única en la caída y en la explosión al conseguir el match 5 y en llevar el ritmo en los momentos adecuados, para ir a toda velocidad sin parar y marcando un nuevo tiempo.
Pero siempre que se puede y sabiendo cómo poder hacer esa maestría del ritmo de saltos, caídas, fases y subidas, junto a explosiones, se da ese sentimiento conmovedor del universo. Me ha convencido y me ha alucinado porque simplemente es una idea máxima, una idea única, una idea que venía del pasado aprovechando otros juegos, pero que aquí adquiere un sentido, un mensaje y un simbolismo con su apartado gráfico, que tal vez no era ni planeado. Para eso sirven, imagino, los motores gráficos.
Y pese a todo tiene muchos fallos, un segmento terrible en el nivel Daramalum que para en seco, por ritmo y por feo, la totalidad del juego. Pero al tener unas formas de juego tan dinámicas y ricas en el sentido de adquirir velocidad, arriba y abajo y en la mezcla del apartado sonoro con el gráfico, adquiere cierta complejidad jugable para reducir el tiempo de viaje que salva esa parte.
Efectivamente, tiene una historia pobrísima, pero que se sustenta por la reserva, por lo poético, entre el viaje temporal, el rescate y la ayuda de civilizaciones extrañas, pero que mantiene aun así el misticismo y el misterio de su idea. Lo mismo que pasa con el universo. Adicionalmente, su música varía entre lo innecesario, lo épico y lo sentimental, pero interrumpe el más preciado silencio en algunos puntos para afligir ese sentimiento escéptico y solitario, de una forma acentuada.
Si ustedes tienen la oportunidad de ver la Vía Láctea en una noche estrellada con un cielo despejado y nada de contaminación visual, con una ciudad a días de viaje, tal vez encuentren en el juego algo que les ayude a recordar ese momento donde se les cambió la vida. Tal vez exagere, pero necesitaba explayarme para poder explicarlo.
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