Estamos viviendo un silencio de
indies y de triples AAA en la industria del videojuego, se siente un ambiente en
el que vemos lo último que sobró de grandes juegos. Como si los desarrolladores
nos estuvieran entregando lo que alcanzaron a hacer al terminarse las
cuarentenas y la presión por recuperar el tiempo de desarrollo perdido. Se
siente una industria que sigue alistando todo para que nos golpee en la cara por
primera vez, y bien, con los juegos que vengan de las nuevas play 5, las Xbox
one y las nuevas rtx que adquirimos. Y se siente, que hace falta muchísimo
tiempo para ver eso, para ver el por qué las compraron tanto. Seguimos todavía
en juegos intergeneracionales pero el lastre de lo ocurrido está sintiéndose cada
vez más con todos los juegos que se están retrasando.
El E3 me servia para calcular lanzamientos sin tomarse en serio ninguna de sus fechas. Era simple, casi como una fórmula matemática que tenía:
- Si se anunciaba un juego con el título, el juego se demoraba 6 años, o no salía al final.
- Si era un video cgi de un juego se demoraba 5 años.
- Si era un video de gameplay, donde recurrentemente decían la fecha sin día exacto en el calendario tipo “spring 2020”, habría que sumarle un año más,
- Si el juego tenía gameplay y fecha exacta, se le sumaba 3 meses más de retraso a esa fecha.
Por ende, nos servía para definir
o anticipar fechas, con esto ya no hay un escenario predictivo, ya no hay
promesas de futuro, ni acercamientos o teorización de lo que hacen los estudios
debido al enorme y fuerte secretismo generado por los movimientos y compras que
se están dando. Es un momento para ellos de acomodarse, de aprovechar el paso
por el silencio en abril, mayo, junio y por aprovechar la fuerza de los
anuncios gigantes de febrero. ¿Pero cuál es el siguiente febrero? ¿Qué va a
pasar en julio, en septiembre, en agosto, en noviembre?
Aquí recae todo en Geoff Keighley
y su summer fest para encausar en un momento en particular esa definición de
fechas de toda la generación y del año fiscal siguiente, sin ese evento de los
game awards que interrumpe unos premios, pero que interrumpe fechas. Sabiendo
que tienen muchas cosas por aclarar como la fecha de Hellblade, los juegos
nuevos de Microsoft y lo que debemos esperar de las compras recientes como
Bethesda. ¿Es que hace cuanto pasó eso? ¿Por qué no lo han hecho ya? Además, el
E3 era una semana de anuncios gigantes comprometidos a esos días que no
volverán a ocurrir y se relegan a cualquier fecha del mes o del año y se
exponen a perder toda atención. O a recibirla de forma desintegrada. Es adoptar
el modelo de Nintendo Direct y sus secretos extremos y anunciar juegos cuando
estén listos 6 meses antes. Ya no hay más especulación, ni juego, ni mucho
menos hype. Le rebajamos el interés a lo que esperamos y nos ponemos a jugar y
a esperar sorpresas y gran calidad sin anticipación, casi como “ya llegara un gamechanger”.
Es sentir que se habló mucho en febrero, pero hoy se reduce a un silencio que
tendrá respuesta hasta el evento de Microsoft en junio. Sony lleva meses sin exclusivos,
sin anuncios demoledores y lo que se anuncia no sale este año, no da el tiempo
ni las fechas. Nintendo no le pone fecha a nada con tanta anterioridad y con el
retraso de zelda los otros títulos que sacan de forma mensual, podrán alcanzar
un mejor impacto pese a que sean medianos o pequeños. El evento respondía
preguntas ante una actualidad que te hace decir “meh”.
Mi queja es la ausencia de pasos gigantes en juegos que nos muestren el futuro, es dejar la idea del e3 2015 de Sony, a un lado, que tanto les hizo vender consolas pese a que fueran promesas alejadas del tiempo. Se nota la sequía a la espera de un oasis.
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