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martes, 4 de octubre de 2022

EL RECUERDO DE LOS NOVENTAS: ENTRE LAS TORTUGAS NINJA Y EL SKATEBOARDING DE HOY

 

Parece que todo estuviera conectado: hace unos días veía la película de debut en la dirección del actor Jonah Hill “mid 90s”; me había quedado la deuda de revisitarla y ver a Sunny Suljic el niño de God of War. Es que vi el tráiler del juego y me antojé de ver como estaba ahora y como estaba antes.
 
La película me enganchó, aunque el final me deja un poquito más frio de lo que recordaba, de hecho, en la investigación, me sorprendieron dos cosas: ver al joven con los rasgos alargados creciendo como si el tiempo fuera nada y que el final de la película, daña todo lo construido. Doble sorpresa.



Sin embargo, también me llamó demasiado la atención lo que considera tótems la película: los videojuegos, la moda, el cigarrillo y el alcohol, pero sobre todo el skateboarding. El protagonista crece de repente, se hace adulto de esa forma tan de la calle, que se parecía a la calle de los 90s que me toco a mí, con gente que tenía dinero para comprarse los mejores tenis para tabla, pero sin poder comer y un entorno que estaba, como decirlo, normalizando la droga, a partir de padres ausentes tratando de conseguir un trabajo digno. Tengo muy claro el recuerdo, nunca había visto a nadie fumar hasta que estuve mucho tiempo jugando fútbol en la tarde y luego iba a ver a los más grandes que yo, montar tabla. La película me toca esencialmente, en esa parte. 

Para dejar de ser niño, Stevie quita todos los posters de su habitación de las tortugas ninja, el cartoon de los 90s. Mi mamá no podía costearme patinetas importadas de Canadá y en cambio, al país, llegaron esas patinetas gigantes para andar sin caer y ganar un poco de equilibrio, también con motivos infantiles. Es que la primera mitad de la década fueron definidas por eso: las tortugas ninja y la otra mitad, el skateboarding. Yo tenía camisetas de la serie, yo tenía juguetes, vasos, patinetas, cometas, maletas. Cuando el skateboarding penetro en Bogotá, la moda cambió, todos se hicieron cool: gorros, tablas, pantalones, todos eran malotes, con pendientes, con moda, en búsqueda de poder de grupitos de jóvenes, novias, talento. Alrededor de 1997 se abría una posibilidad de tener una carrera profesional y vivir de montar tabla, con patinetas costosas y ruidosas que desafiaban la autoridad, que traían música moderna, rock, inglés, dinero, lujos, porque nadie lo hacía. Pero lo más hermoso eran los zapatos: en 1999 yo dibujaba los logos de esas marcas, yo deseaba los mejores tenis, los más modernos, los más impresionantes, los más brillantes, los que nadie tenía, era el reemplazo, la sustitución de mis necesidades, de no tener juguetes que otros tenían, de no tener la ropa que otros tenían. 



Mi mamá no quería comprarme videojuegos, ya había dejado las tortugas ninja de niño, ahora quería tenis, zapatillas de marca y mi mayor meta era tener unos DC shoes CO o unos és y fingir ser uno de esos jóvenes cool. 

Sin embargo, el skateboarding fue perdiendo fuelle con el avance del milenio, ante las modas que vinieron después, pero lo que entró, quedó fuertemente arraigado: la música, entró el numetal, el emo de skateboarding, llegó play tv, el Mtv colombiano, y luego el anime, la música más trascendental del grunge que aterrizaba para mi edad, o la música electrónica madura que redirigieron nuestros gustos y la moda. Es tal el impacto que deja rezagos dentro de nuestra geografía cultural, que se reviven fácilmente con esas películas, con la fascinación por los Ángeles, California y sus videos de vhs grabados con lente de pescado y las ganas como todos, de tener una escena colombiana, bogotana de skateboarding que no despego.

Como mid 90s refleja, una de las mejores posesiones y hasta objeto de trueque eran también los cartuchos de super Nintendo: Teenage Mutant Ninja Turtles: Turtles in Time fue para mí también, años después sustituido por temas de moda y de tecnología, por Tony Hawk's Pro Skater de PlayStation. Hoy estoy jugando sus remakes, el Teenage Mutant Ninja Turtles Shredder's Revenge y el Tony Hawk's Pro Skater 1 + 2 al mismo tiempo, como templos, como demostraciones de lo que viví. Cómo ese hecho de que las tortugas ninja se sustituyen siempre por tablas de patinetas. A veces se dan casualidades muy particulares: que se diera la casualidad que jugara las tortugas, que dieran el Tony Hawk en el plus y que saliera el trailer de Sunny Suljic de God of War al mismo tiempo para verme reflejado en sus recuerdos, en su gusto por el skaterboarding, en el recuerdo del PlayStation con chip, aprendiendo a jugar con esos gráficos. Y pensando en cómo la historia siempre intenta repetirse y considerar que todo tiempo pasado fue mejor, viendo hoy como la música, como los gorros pesqueros vuelven a nacer cuando pasaron de moda, ver que en YouTube suena música parecida a la de las Spice Girls, ver que el skateboarding se ha profesionalizado, que estamos cerrando ese trauma de tortugas ninja para siempre con este último juego. Ver a Dua Lipa con las pintas de una era analógica y lenta de la que solo me queda uno que otro juego por cerrar y uno que otro recuerdo por revivir, entre revistas, entre momentos, entre toma de contacto por primera vez. Los 90s fueron claros y contundentes, un mundo urbano que ya queda muy lejos y del que estoy cerrando ciclos en todos los aspectos. Después les cuento sobre los juegos. Ha pasado mucho tiempo.  

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