Microsoft ha perdido la generación, ha perdido la guerra de consolas. Pero ha perdido su reputación, su dignidad y su verdad.
Pero también es la caída o modificación de la industria del videojuego norteamericano porque ahora lo aglutinan en casi su totalidad. En su caída, con su propiedad y sus pérdidas, ellos no caerán solos; van hacia el abismo también los desarrolladores, los desarrollos, los que ganan menos dinero. Se han venido abajo y han creado esta crisis sin precedentes.
Desde el 2022, la industria conversó alrededor de su compra de Activision con obsesión sin que lográramos ver lo que se venía. Ya venían de haber comprado Bethesda.
Los fanáticos argumentaron en su momento que sería el demoledor triunfo crítico y de videojuegos para todos. Y con esa monopolización de mercado, lo que pasó fue que se envenenaron en codicia de accionistas y ejecutivos. Con el tiempo, no hubo nada de lanzamientos positivos para la compañía, ni exclusivos, ni ideas, ni apoyo a los estudios después de ese movimiento.
En ese momento todo se vino en picada.
El perpetrador de la caída tiene nombre. Phil Spencer había vendido una idea de un producto durante años, pero también alimentado las comunidades que hacen mucho ruido en redes para vender consolas. Hoy se ha demostrado que ha traicionado y mentido a la comunidad fanática que tanto defendía, a los accionistas de su empresa, a la prensa que le ha preguntado cosas y a los desarrolladores de los juegos. Como sostengo que la prensa en realidad a veces resulta ser muy suave y condescendiente en general con Xbox y en Latinoamérica más (salir a promocionar la Xbox Rog Ally cuando no es lo que se prometió después de haber despedido a muchos), esta recibió o aceptó el discurso quitándole de encima las críticas durante un tiempo.
Spencer, Booty y Sarah Bond estarían contentos recibiendo sus millones de dólares y su impacto en redes sociales hasta que seguramente Satya Nadella, el presidente de Microsoft, dijo suficiente y ha organizado el giro para generar más beneficios con la subida de precios, el enfoque a Game Pass y la salida de juegos bastiones en todas las plataformas, sin importarles el público mencionado antes, que ha sido descartado, prácticamente. Y claro está también el discurso del propio Spencer.
El fracaso por no liderar la generación ni vender más consolas, después de toda esa inversión, se hizo evidente. Aunque tampoco han entendido al mercado.
Desde la compra de Activision, lo que no pudimos ver es que modificaron su mercado, se convirtieron en otra cosa, en una empresa dueña de derechos de propiedades más que en una venta de consolas con software exclusivo. Se obsesionaron tanto con Call of Duty y su idea de convertirlo todo en el éxito de Fortnite, que es posiblemente esa obsesión el elemento químico más radioactivo de la industria del videojuego. Y por ende se han intoxicado hasta niveles cancerígenos, enfermado como un tumor a todos los que hacen videojuegos adicionalmente.
No solo eso, la derrota o caída no termina ahí: esa apuesta con su Game Pass y con sus compras solo demuestra que los estudios están enfermos aceptando y haciendo cuidados paliativos con ese modelo, y que con esta subida de precios, se ha demostrado que no resultaba rentable para nadie cuando argumentaron durante años que sí.
Pero también demuestra que peligran los juegos de alto presupuesto singleplayers, porque todos han virado hacia el multiplayer online de pago, y que la idea de expresión artística o incluso hasta los deportes electrónicos se han puesto en riesgo. Nadie quiere hacer esos juegos, ya que el mercado está establecido y todos quieren robar una parte del pastel de los jóvenes entre 18 y 25 años que solo juegan Fortnite.
En la idea de expandir el mercado, se han topado también con que el mercado de videojuegos formal, el que juega mucho, está formado por casi 500 millones de personas y que el número no cambia y no cambiará de ahí. Solo tal vez para reducirse. Pero también que los juegos que antes eran bastiones y productos exclusivos como Halo o Gears han llegado a PlayStation directamente. Perdiendo ese orgullo de una guerra de consolas que fomentaron durante años.
Es la caída de Xbox, sí, pero se pueden ver las heridas en el resto. Es un riesgo para todos esta caída, este cáncer, esta derrota, en despidos y en ventas, en esta idea de que los juegos son solo experiencias divertidas que generan dinero por unas horas. Se ha degradado el debate y el avance sobre tantas cosas, se ha acelerado la máquina que solo piensa en términos de explotación capitalista con cada obra o idea creativa, incluyendo la de los juegos. Y se ha sobreexplotado la oferta de juegos y el consumo por el consumo.
Ahora, como se ha mantenido en este blog, por más caro que sea un juego, es más rentable comprar de a uno y terminarlo que saturarse mentalmente por el FOMO y gastar dinero por gastarlo; es que claro, nunca nadie juega tanto como se asimilaba con las películas en streaming.
Podría enumerar todo lo que ha hecho Microsoft mal estos años, pero nos quedaríamos confundidos a cada paso, porque han sido tantos movimientos confusos que solo demuestran que el medio se les salió de las manos a unos trajeados incompetentes que quisieron copiar a Bobby Kotick y su codicia, y que también, como una parte importante de la caída, consideran a la inteligencia artificial como el cambio de paradigma definitivo, claro, para hacerse más ricos. Y esa idea será más radiactiva y peligrosa que la de ser todos Fortnite, anticipo lamentablemente.
Es histórica esta caída, es una cosa del tamaño de la caída de Sega, pero esta vez con un gigante multinacional infinito con poder mundial como Microsoft atrás, que ha hecho mucho más tóxicas cada una de las jugadas confusas.
Junto al aumento de las ideas fascistas, la subida de Trump al poder y sus tarifas a tecnología importada y a los despidos masivos, jamás había visto esta industria las profundidades del abismo. Gracias, 2025, Satya Nadella, Phil Spencer, Matt Booty, Sarah Bond, Andrew Wilson, Donald Trump, Jim Ryan. Lo han logrado.

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