Me queda esta última y tercera parte para poder completar todo lo que ha significado la salida de starfield.
Si en la "vida real" existen fronteras de lo que no se debe decir, tenemos que hablar de la corrección política, de la crítica de arte, de la posibilidad para expresar lo que se nos venga en gana. Es que no he podido creer que le es imposible a la comunidad en general de la industria de los videojuegos, que no pueda diferenciar las líneas entre la libertad de opinión y el irrespeto, la posibilidad de no identificar que no se deben decir cosas que vulneran la honra, los derechos, el trabajo, la dignidad, la persona, los deseos de otros jugadores o de los críticos.
Si yo justifico un análisis de cualquier medio, nadie tiene el derecho a tratarme como un estúpido, y menos si he mostrado y comprobado elementos subjetivos, una suma de percepciones complejas que solo se descubren o entienden jugando desde mi perspectiva. Me parece repudiable que a un redactor que le sale argumentar un 5.8 de una calificación de una cosa tan simple y bonita como lo es un videojuego, se le vilipendie o se le repudie, cuando ha escrito un texto organizado y justificante. Todos tenemos derecho a decir que una obra es mala por varias o pocas razones, pero en el videojuego, siempre sale a relucir que los redactores o críticos están vendidos o que son unos pobres que se les puede pagar para modificar su opinión. Siempre es intentar poner en el aire ese olor a desprestigio, a que no gana lo suficiente, a que le dan millones de pesos, euros, dólares, para favorecer, lo que hablamos como obsesión: la nota de metacritic. No hay nada más increíble que en una cosa que trata de trascender en su continua evolución, exista cierto tipo de censura, que siempre haya un intento por insultar, ser insultado, y por ende, el periodista de videojuegos que debería estar al margen, también se ve metido en ello, en limitar o reducir sus palabras. Es llevar al extremo de la ridiculez nuestro fanatismo infantil, a un medio. Es imposible comprender que los fanáticos de un pintor se hayan peleado vociferando en una mesa redonda sobre cuál era mejor que otro, simplemente por un duelo de percepciones. En el videojuego al parecer, nunca se madura la crítica y menos se encuentra tranquilidad en las percepciones del otro.
No puede ser que un mal, tan abierto como la censura en otros medios también se aplique en una de las cosas más importantes de las menos importantes. Dar la oportunidad de entender la narrativa, las fallas, las virtudes de lo que un crítico ha escrito y de ver, al igual que esta o este, los subtextos encontrados. Nadie me puede tratar mal y yo tampoco puedo hacerlo con otros, nadie puede dudar de la profesionalidad laboral o de las buenas intenciones de un texto o critica si el espectador o el jugador se van a encontrar prácticamente lo mismo en unos días en la sala de su casa. Y si así no lo encuentre, no puedo creer que no tenga la posibilidad de entender por qué no sintió esas mismas percepciones. Simplemente no puedo creer que la comunidad este aplicando la censura, el acoso, el insulto al no entender una crítica. No puedo creer que la gente bajo un perfil con una cara de un avatar de algún personaje de videojuegos, no esté considerando tan seria una amenaza y censura, a algo que considera muy serio como lo son los videojuegos. Entonces, por ende, no le parece tan grave o tan serio esto de los videojuegos.
La necesidad de identificación en una marca, la obsesión por desmarcarnos de otros, por el sectarismo hasta por usar un par de tenis o camisetas, o automóviles, o consolas nos lleva a una lucha cultural violenta que no tiene compasión por el otro. Recordando que hay gente que vive de esto que nos gusta, que alimenta a sus hijos, padres, gatos, que paga una colegiatura y que nadie tiene el derecho a venir a callarnos, insultar y reducir nuestro trabajo, porque no le parecen unas percepciones y frustraciones en un videojuego. Yo no soy periodista o crítico, pero no se lo permitiría a nadie en mi propio trabajo como ingeniero.
Cierro esto con un poco de moralina, con un poco de las luchas del proletariado, pero cierro con la idea también, de que a veces solo se necesita un respiro para entender las cosas, para tener respeto por el otro. Así, que sal a respirar y cuestiona la censura o las ganas de censurar una simple opinión de alguien que percibe un juego.
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